Linda Munkley, una mujer de 65 años, dueña de dos perros de nombre Bea y Enya, comenzó a revisar sus senos en busca de bultos después de un curioso episodio.
“Un día estaba sentada en el sofá cuando Bea se levantó y empezó a olfatear intensamente y a golpearme con la cabeza en la zona del pecho’ comenta la mujer.
Su mascota nunca había tenido ese comportamiento antes, por lo que Linda decidió palpar su pecho por si tenía algún bulto inusual pero no encontró nada fuera de lo común.
Dos meses después, hizo un descubrimiento preocupante:
“Noté un bulto en uno de mis senos. Me realicé una mamografía y luego me confirmaron que era una forma de cáncer de seno de rápido crecimiento y que había comenzado a extenderse a mis ganglios linfáticos”, manifiesta Linda.
Después de su diagnóstico de cáncer de mama, su mascota Enya, comenzó a comportarse exactamente igual que Bea, saltando sobre Linda o acariciándole el pecho.
El tratamiento de quimioterapia de Linda fue exitoso y ella notó un cambio en sus mascotas, ya que después de su tercera sesión de quimioterapia, las mascotas dejaron su extraño comportamiento.
. “Recordé el momento en que Bea y Enya dejaron de olerme y me pregunté si ese había sido el momento exacto en el que la quimioterapia había tenido éxito al atacar las células cancerosas del bulto”, evoca Linda.