En 1911, una epidemia mortal se propagó por China y amenazó con convertirse en una pandemia. Sus orígenes parecían estar relacionados con el comercio de animales salvajes, pero en ese momento nadie estaba seguro.
Se desplegaron cierres, medidas de cuarentena, el uso de máscaras, restricciones de viaje, la cremación masiva de víctimas y controles fronterizos para tratar de reducir la tasa de infección. Sin embargo, más de 60.000 personas murieron en el noreste de China, convirtiéndola en una de las mayores epidemias del mundo en ese momento.
Cuando la enfermedad fue finalmente controlada, el gobierno chino convocó la Conferencia Internacional sobre la Peste en la ciudad norteña de Shenyang, cerca del epicentro del brote.
Asistieron virólogos, bacteriólogos, epidemiólogos y expertos en enfermedades de muchas de las principales potencias mundiales: Estados Unidos, Japón, Rusia, el Reino Unido y Francia.
El propósito de la conferencia: Los expertos querían encontrar la causa del brote, aprender cuáles eran las técnicas de supresión más eficaces, descubrir por qué la enfermedad se había extendido tan rápido hasta ahora y evaluar qué se podía hacer para prevenir una segunda ola.
Aprendiendo las lecciones: En un momento en que el mundo se enfrenta a una pandemia caracterizada por la falta de una respuesta coordinada a nivel mundial y de un esfuerzo multilateral por parte de los dirigentes políticos, vale la pena reconsiderar los aspectos de colaboración de la conferencia de 1911 en China.
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