Este Día de la Madre, es fácil ver lo que la pandemia ha tomado. Es más difícil ver el regalo que ofrece, porque tenemos que cortar con el agotamiento, las rabietas, las batallas entre hermanos y la educación en casa para recibirlo.

El tiempo.

Los padres con hijos adultos le dicen a los que tienen hijos pequeños que nunca es suficiente. Parpadean y ya están crecidos. Las intrusiones implacables en su cama, su tiempo de tranquilidad, sus viajes al baño terminan antes de lo que piensa. Un día los niños se irán.

Y muchos de ellos lo estaban, hasta que la pandemia los trajo de vuelta a casa.

“Llegamos a tenerlos de una manera que probablemente nunca más los tendremos en nuestras vidas”, dijo Nancy Colier, una psicoterapeuta y ministra interreligiosa. “Hay algo increíble en el hecho de que no pueden ir a ninguna parte. Están aquí. Y nosotros también”.

La pandemia ha creado sufrimiento, y no lo ha distribuido de manera equitativa. Padres de niños pequeños, madres solteras, madres de color, madres que no están seguras en sus casas, que carecen de espacio, que han perdido sus cheques de pago, madres de primera línea – sus dificultades eclipsan casi cualquier resquicio de esperanza.

Pero para muchas madres que tienen el privilegio de no sufrir daños en sus hogares con sus hijos, la pandemia ofrece la oportunidad de ser testigos de hitos que de otro modo se habrían pasado por alto. Estar cerca y presente de maneras imposibles cuando todo el mundo está en movimiento.

En medio del sufrimiento, hay una oportunidad.

“No hay duda de lo difícil que es que se les pida que sean sus maestros, sus amigos, sus padres y todo lo demás, que desempeñen todos los papeles que se supone debe desempeñar la gente”, dijo Colier. “Pero si estamos totalmente presentes en este momento ahora… entonces hay una oportunidad de usar este tiempo para estar bien con nuestros niños.”