Akhilesh Ramachandran envió un correo electrónico al laboratorio de salud pública de Oklahoma sólo unos días después de que el nuevo coronavirus llegase al estado en marzo. Como director del laboratorio de diagnóstico de una escuela veterinaria, sabía mucho sobre pruebas rápidas y de gran volumen para detectar virus, en animales. Ofreció sus instalaciones como “respaldo” para las pruebas en humanos.
Pero en pocas semanas, el laboratorio de la Universidad Estatal de Oklahoma – que normalmente hace pruebas para enfermedades como la rabia en perros y enfermedades respiratorias en la gran industria ganadera de Oklahoma – estaba haciendo más pruebas de coronavirus humano que cualquier otro laboratorio del estado. Había reclutado voluntarios y contratado personal adicional para trabajar hasta las 3 a.m. procesando miles de pruebas a la semana – casi un cuarto del total del estado, y cuatro veces más que el decadente laboratorio de salud pública del estado. El personal del laboratorio, todos especialistas en animales, hablan de su nueva tarea como una misión de servicio público.
“Ser el laboratorio que está haciendo la mayoría de las pruebas ha hecho que la responsabilidad sea mucho más alta sobre nuestros hombros”, dijo Ramachandran, un veterinario que dijo que su mayor preocupación es que uno de los miembros de su personal se enferme con el virus, tal vez obligando al laboratorio a cerrar. “Eso podría tener un impacto severo en el estado”.
Esto también pone de relieve el grado de preparación de muchos laboratorios de salud animal que, a diferencia de los laboratorios de salud pública, se han visto reforzados por subvenciones federales para ser baluartes contra brotes que podrían paralizar las industrias ganadera y avícola.