Para los defensores de las ciudades transitables, no contaminadas y libres de vehículos, las últimas semanas han ofrecido una oportunidad sin precedentes para poner a prueba las ideas por las que han presionado durante mucho tiempo.
Con los cierres por Covid-19 que reducen enormemente el uso de las carreteras y los sistemas de transporte público, las autoridades de las ciudades – desde Liverpool hasta Lima – están aprovechando para cerrar las calles a los coches, abrir otras a las bicicletas y ensanchar las aceras para ayudar a los residentes a mantener la distancia de seis pies recomendada por las autoridades sanitarias mundiales.
Al igual que las medusas que regresan a los canales de Venecia o los flamencos que acuden en masa a Mumbai, los peatones y los ciclistas se aventuran a ir a lugares que antes no se habían atrevido.
En Oakland, California, casi el 10% de las carreteras han sido cerradas al tráfico, mientras que Bogotá, Colombia, ha abierto 47 millas de carriles para bicicletas. Nueva York ha comenzado a probar siete millas de “calles abiertas” para aliviar el hacinamiento en los parques, con Auckland, Ciudad de México y Quito entre las docenas de otras ciudades que experimentan con medidas similares.
Hay muchos beneficios al “recuperar” las calles durante una pandemia.