Alicia Kappers no recuerda sus contracciones ni los primeros llantos de su bebé. Aparte de su hijo recién nacido, su único recuerdo de ese día es la cicatriz de su cesárea.
Estaba embarazada de 31 semanas cuando su marido la llevó a un hospital de Cincinnati, Ohio, a finales de marzo. Tenía tos, fiebre y cada vez le costaba más respirar.
El nuevo coronavirus estaba ejerciendo una presión sobre su cuerpo y la madre de 40 años tendría que dar a luz a su bebé antes de tiempo mientras estaba en un coma inducido médicamente.
Kappers y su marido soñaban con darle un hermano a su hijo de 3 años, Zayne. Concebir nunca había sido una tarea fácil para ellos y una pandemia estaba a punto de hacer las cosas aún más difíciles.
Desde armar una guardería para el bebé hasta tener que refugiarse en casa por el virus, la vida de esta familia de tres ya estaba cambiando.