Las Seychelles, una cadena de 115 islas verdes y rocosas en el Océano Índico, anunció recientemente – en medio de la pandemia de coronavirus – que protegería el 30% de sus aguas turquesas del uso comercial.
La salvaguardia de unos 410.000 kilómetros cuadrados del mar beneficiará a la vida silvestre en la costa y en el agua, incluyendo 100.000 tortugas gigantes y algunos de los últimos arrecifes de coral prístinos del mundo. Pero, además de ayudar a estas especies, el establecimiento de las nuevas Áreas Marinas Protegidas -que fue posible gracias a un innovador acuerdo de canje de deudas- también reforzará la salud, el bienestar y la prosperidad de los Seychelles, que son menos de 100.000 pero reciben más de 350.000 visitantes cada año.
Las investigaciones demuestran que la abundancia de animales, plantas, insectos y microbios que viven en ecosistemas complejos y maduros puede limitar la propagación de enfermedades de los animales a las personas.
Pero los lugares naturales hacen mucho más que proporcionar una red de seguridad contra las enfermedades. También nos protegen del poder destructivo de los climas extremos, nos salvaguardan de nuestra propia contaminación, y nos suministran alimentos, medicinas y oportunidades de ocio.
Cuando lo peor de la pandemia haya pasado y el mundo se embarque en el duro trabajo de cuidar a su gente, sociedades y economías para que vuelvan a estar sanas, no debemos pasar por alto la necesidad de cuidar la naturaleza y dejar que la naturaleza nos cuide a nosotros. Un medio ambiente sano es nuestro mejor antiviral, y proteger más de él nos ayudará a recuperarnos de esta pandemia y detener la siguiente antes de que comience.