El acto de apretar las manos no es producto de la sociedad moderna. Su origen se remonta más de 5 mil años, representado en jeroglíficos egipcios que mostraban pactos y arreglos entre hombres y dioses, que solemnemente aprietan sus manos en señal de acuerdo.
Sin embargo, el antecedente histórico más relevante viene de Babilonia, en el 1800 A.C.
Durante la celebración del Año Nuevo, el rey babilonio debía realizar un acto de sumisión ante el Marduk (máximo dios babilónico). Este acto consistía en dirigirse a la estatua de este dios y estrechar su mano.Inicialmente, este acto significaba el traspaso de poder, pero después de una guerra, el significado del acto cambió.
Los Asirios invadieron Babilonia, y sus reyes, se vieron en la obligación de continuar la tradición de los babilonios como señal de respeto y para evitar que el pueblo conquistado se rebelara. Así, los asirios comenzaron a creer que esto era una tradición general y la adoptarían llevándola a todo el Medio Oriente.
En Grecia y Roma se acostumbraba saludar estrechándose las manos, pero de manera diferente de cómo lo hacemos actualmente. Ellos se saludaban agarrando la muñeca de la otra persona y apretando fuerte.
En las primeras etapas de Grecia, que estaba marcada por varios dialectos y subculturas, cuando en el medio del campo dos viajeros se encontraban en los caminos desolados, lo primero que hacían era retirar sus dagas y observar cómo reaccionaba el otro.
Si el otro mostraba signos de no querer pelear, procedían a guardar la daga y agarrar fuertemente la muñeca derecha del contrincante, en señal de que uno no retiraría su daga y lo apuñalaría a traición. Después de esto, podrían conversar tranquilamente y preguntar si el otro tenía algo para intercambiar o comprar.