El elevado santuario del Sagrado Corazón, en el barrio de Mount Pleasant del distrito, se llena a diario en tiempos normales de feligreses, predominantemente inmigrantes, muchos indocumentados. Pero la pandemia del coronavirus ha cerrado el culto comunitario de la iglesia, como en la mayoría de las congregaciones del país. También ha cortado a muchos feligreses y residentes del vecindario de los beneficios de trabajo y desempleo. Y por lo tanto, de la comida.

Y fue entonces cuando la oración tomó otra forma en el Sagrado Corazón.

La parroquia católica se convirtió en una de las casas de culto de EE.UU. que ha transformado sus espacios sagrados y comunales en una especie de centro de distribución de alimentos. Con guantes y máscaras, en pequeños equipos, la mayoría en silencio, los feligreses han venido al santuario para empacar unas 560 canastas de comida. Frijoles, aceite, arroz, zanahorias. Una canasta para cada familia que necesita comida. Los empacadores no saben los nombres de los recipientes, algunos de los cuales son compañeros de la congregación, algunos de los cuales ni siquiera son católicos.