De todas las formas en que nos comunicamos, las raíces de la comunicación no verbal son las más profundas. Mostrarla y saber que es, es parte del ser humano.
La pandemia de coronavirus nos ha privado de la cercanía que estamos programados biológicamente para buscar cuando somos vulnerables, solitarios o temerosos, exactamente cuando más lo necesitamos.
Las máscaras faciales, las videoconferencias y el equipo de protección personal hacen más difícil ver las expresiones faciales y los movimientos corporales, mientras que el distanciamiento social nos obliga a estar antinaturalmente separados y la presencia invisible de un virus ha infundido en el tacto una sensación de peligro.