La biblioteca local cerca de McHenry, Illinois, está recortando las horas de Helaine Oleksy.
En un club de campo cerca de Latrobe, Pa., Claudia Martin está preocupada por si ganará lo suficiente en propinas.
Y en un hotel de lujo en Miami, Iracema Arrieta está limpiando más habitaciones de lo habitual, sin aumento en su sueldo.
Mientras millones de estadounidenses regresan a trabajar en medio de la peor crisis económica en una generación, descubren inesperadamente que sus antiguos puestos son mucho más demandantes de lo que solían ser. Sus horas han sido reducidas, su salario ha sido recortado y sus responsabilidades son ahora de mayor magnitud. Y su seguridad laboral, a pesar de las recientes proclamaciones del Presidente Trump sobre una economía en vías de recuperación, sigue siendo todo menos garantizada.
“La gente está regresando a trabajos que son muy diferentes a los de hace tres meses”, dijo Robert Scott, un economista senior del Instituto de Política Económica de tendencia izquierdista. “Son muy arriesgados y hay mucha incertidumbre sobre lo que vendrá”. Hay un camino pedregoso por delante, y mucho trabajo queda por hacer en la economía”.
