En su último golpe a la independencia del poder judicial de América, Trump despidió a uno de los principales fiscales del país, Geoffrey Berman, el Fiscal del Distrito Sur de Nueva York. Entre muchas investigaciones de alto perfil – incluyendo la supuesta red de tráfico sexual que alguna vez dirigió Jeffrey Epstein – la oficina de Berman estaba investigando los vínculos comerciales del abogado personal de Trump, Rudolph Giuliani, y había acusado a un banco estatal en Turquía – un caso en el que el presidente Recep Tayyip Erdogan pidió a Trump que interviniera.

Berman se une a una larga lista de los que han pagado con su trabajo por investigar demasiado la conducta del Presidente. El ex director del FBI James Comey fue uno de los primeros en irse, en medio de la investigación de Rusia. El ex diputado de Comey, Andrew McCabe, también fue expulsado del cargo. El ex Fiscal General Jeff Sessions, que enfureció a Trump al recusarse de la investigación de Rusia, también tuvo que irse. Finalmente fue reemplazado por William Barr, quien ha surgido más como ejecutor de Trump que como garante de una justicia imparcial.

Trump también ha destripado las filas de los perros guardianes del gobierno, conocidos como inspectores generales, que investigan la corrupción y la mala conducta en Washington. Después de que el Senado absolviera a Trump en su juicio político el año pasado, Trump está demostrando que es casi irrefrenable – y podría llegar a ser totalmente libre si gana un segundo mandato.