Durante meses, Israel pareció ser un modelo internacional de éxito en materia de coronavirus.

Con las primeras restricciones de viaje y los amplios cierres, la Startup Nation había contenido en gran medida la propagación del Covid-19, registrando una tasa de mortalidad muy superior a la de muchos países del mundo occidental. A medida que el coronavirus se extendía por los Estados Unidos y Europa, Israel se encaminaba cómodamente hacia la reapertura.

Para que no hubiera ninguna duda sobre quién dirigía el país en estos tiempos difíciles, el Primer Ministro Benjamin Netanyahu celebraba habitualmente conferencias de prensa nocturnas para recordar a todo el mundo, advirtiendo sobre los nuevos desafíos y atribuyéndose el mérito de las últimas victorias.

El 18 de abril, casi exactamente dos meses después de que Israel descubriera su primer caso de coronavirus, Netanyahu declaró que el país había tenido éxito en su lucha contra el coronavirus, dando un ejemplo para el mundo “en la salvaguarda de la vida y el bloqueo del brote de la pandemia”. Predijo que Israel también daría ejemplo en la reactivación de la economía.

La primera ola de coronavirus de Israel fue una historia de éxito, pero la segunda ola que sus expertos en salud están catalogando parece estar encaminada a un final muy diferente.