Los niños rogaban por ir a la clase de la Sra. Byrd para hacer proyectos de arte.

Todos los años, la Sra. Byrd enseñaba danza folclórica a sus alumnos de primer grado.

Y aunque una vez se había retirado, a la Sra. Byrd le gustaba tanto enseñar que no pudo evitar volver al aula, según dijo su marido, Jesse Byrd.

Ahora se ha ido. Kimberley Chávez López Byrd murió el 26 de junio después de dar positivo en la prueba de COVID-19.

Enseñaba primer grado en el Distrito Escolar Unificado de Hayden-Winkelman en una pequeña comunidad del este de Arizona. Antes de que diera positivo, Byrd y otros dos profesores daban una clase de verano prácticamente en la misma aula. Los tres profesores se contagiaron con el virus.

Byrd, de 61 años, fue admitida en un hospital y le pusieron un respirador durante más de una docena de días, su condición se deterioró lentamente, antes de morir. Ahora, la comunidad está de luto por una maestra que, según sus colegas, estaba arraigada en el tejido de su sistema escolar y una matriarca que, según su familia, era el centro de su mundo.

“Se siente como una pesadilla de la que no puedo despertar”, dijo Jesse Byrd. “Nos hemos sentido tan perdidos sin ella.”

Los profesores que sobrevivieron también dicen que la muerte de Byrd es un duro recordatorio de los riesgos que los profesores enfrentarán si la escuela abre de nuevo demasiado pronto.

La noticia de la muerte de Byrd llega cuando el presidente Donald Trump hace una campaña para reabrir las escuelas a tiempo, incluso sugiriendo que los fondos federales de las escuelas que no abren podrían ser “cortados”.

“Todo es seguridad, seguridad, seguridad”, dijo Jena Martínez-Inzunza, una profesora de Hayden-Winkelman. “Qué contradicción ser amenazado por el presidente. Qué contradicción ser intimidado: ‘Haz esto, o voy a retirar los fondos’. Qué contradicción al decir que las vidas de nuestros hijos importan… ¿Por qué empujarías a abrir escuelas?”