Mientras el presidente Donald Trump, se obsesiona con sus esperanzas de reelección, los líderes estatales y locales están revirtiendo  las reaperturas estatales que él exigió, que convirtieron a Estados Unidos en el mayor foco de coronarios del mundo.

Mientras las salas de emergencia se llenaban y el virus se propagaba a través de los estados del sur y del oeste, Trump se aferró a la ficción de que lo peor ya ha pasado: “Tuvimos que cerrarlo; ahora lo estamos abriendo”, dijo el Presidente de la economía en la Casa Blanca, dándose una palmadita en la espalda por salvar “millones de vidas”.

A medida que los nuevos casos de la enfermedad llegan a 60,000 al día en todo el país, muchos líderes de ambos partidos, incluidos los que apoyaron el enfoque agresivo de Trump, ahora no tienen más remedio que dar prioridad a la ciencia sobre la política.

En Texas, el alcalde de Houston propuso un cierre de dos semanas, días después de que el gobernador Greg Abbott planteara la posibilidad de medidas más estrictas.

En California, el gobernador Gavin Newsom ordenó el cierre de todos los restaurantes, bodegas, cines, zoológicos, museos y bares.

Oregón prohibió las reuniones de más de 10 personas en el interior debido al “alarmante aumento” de los casos de Covid-19 en el estado.

Florida tiene ahora más casos de Covid-19 que todos los demás países.

Las restricciones impuestas a ciudades tan grandes como Houston y Los Ángeles podrían hacer retroceder el sorprendente resurgimiento de la economía del mes pasado. Modestas ganancias de empleo, pregonadas por el Presidente, podrían convertirse en pérdidas permanentes de puestos de trabajo.