Quédese en casa, esté a salvo, pero pase hambre. Sal, gánate la vida, pero arriesga tu vida. Para muchos en México, esta ha sido la elección de la pandemia.

Y es una elección bastante difícil si eres un comerciante o un taxista. Pero está en otro nivel si eres una trabajadora sexual.

“Tengo mucho miedo por mi salud”, dijo Alejandra, una trabajadora sexual de Tijuana. “No sé si la persona con la que estoy tiene la enfermedad o no”.

Tijuana, la famosa zona roja de México, llamada Zona Norte, se encuentra cerca de la frontera entre EE.UU. y México.

Las mujeres con vestidos cortos y altos tacones se paran a lo largo de las aceras, llamando a grupos de hombres para que pasen algo de tiempo y dinero con ellas. Clubes de striptease, algunos con hoteles adjuntos, actúan como burdeles de facto.

Muchas atienden específicamente a los miles de estadounidenses que cruzan la frontera desde California cada mes, buscando un tipo de diversión que no se puede encontrar legalmente en los Estados Unidos.

El gobierno de México cerró su economía a finales de marzo. Las empresas no esenciales se vieron obligadas a cerrar, incluso en el estado de Baja California, donde Tijuana es la ciudad más grande.

Eso significó que todos los clubes de striptease, bares, hoteles de sexo e incluso las trabajadoras del sexo en las aceras se vieron obligados a cerrar, restricciones que siguen vigentes hoy en día.

La frontera terrestre entre los Estados Unidos y México también se cerró a los viajes no esenciales. Todo se hizo con la intención de frenar la propagación del virus.

Pero en un reciente viaje a Tijuana, quedó muy claro que, aunque la industria del sexo no es tan vibrante como lo era antes de la pandemia, hay mucho sexo a puerta cerrada.