Para un partido que soportó una amplia primaria presidencial con más de dos docenas de candidatos que iban de la izquierda al centro – y con las heridas de la desunión a partir de 2016 aún curándose – lograr la unidad del partido en la Convención Nacional Demócrata de esta semana es una prioridad máxima.

Y los demócratas están decididos a asegurarse de que la historia no se repita.

Hace cuatro años, después de una batalla primaria divisoria, el campeón populista, el senador Bernie Sanders de Vermont, apoyó a la presunta nominada Hillary Clinton. Pero había mucha mala sangre en la convención demócrata de ese verano. La conferencia, celebrada en la calurosa y húmeda Filadelfia, fue sacudida por protestas progresistas que fueron televisadas en vivo por las cadenas nacionales de noticias por cable. Las profundas divisiones fueron un factor que contribuyó a la victoria de Donald Trump sobre Clinton.

Cuatro años después, la izquierda se quedó corta, ya que los abanderados progresistas Sanders y la senadora Elizabeth Warren de Massachusetts fueron derrotados en las primarias por el ex vicepresidente más moderado Joe Biden.

Pero esta vez, con un enemigo común en la Casa Blanca, la peor pandemia a la que se ha enfrentado este país en un siglo y un proceso de primarias que terminó mucho antes que hace cuatro años, una repetición de la enemistad a gran escala de 2016 podría ser evitable.