No lejos de la residencia del vicepresidente en el noroeste de Washington hay un cartel diseñado para llamar la atención de Mike Pence.
“Hey Pence”, dicen las letras pintadas a mano. “Van 167,003 y +”
El número de muertes por COVID-19, al que hace referencia el signo, ha crecido desde que se erigió.
Pence fue puesto a cargo de la respuesta de la administración Trump a la pandemia que, más allá de sus consecuencias mortales para la gente, puso en marcha la campaña de reelección del presidente.
Hace cuatro años, cuando la candidatura de Trump estuvo a punto de estallar por la publicación de un vídeo de 2005 en el que se jactaba de agarrar mujeres, Pence ayudó a estabilizar la campaña manteniéndose en la candidatura. Ofreció su testimonio como un cristiano que cree en el perdón.
Ahora tiene la tarea más difícil de salvar el futuro político de ambos convenciendo a la nación de que Trump tiene el coronavirus bajo control, un reto que seguirá asumiendo cuando se dirija a la Convención Nacional Republicana.
“Creemos que hay un milagro a la vuelta de la esquina”, dijo Pence durante una ronda de entrevistas televisivas después de la Convención Nacional Demócrata la semana pasada. “Creemos que es muy probable que tengamos una o más vacunas para el coronavirus antes de que termine el año. Todo eso se atribuye al liderazgo del Presidente Trump”.