Para que funcione la estrategia de la campaña de Donald Trump de “América en llamas”, necesita que la violencia hierva en las ciudades hasta el día de las elecciones, o al menos que suficientes votantes crean que la nación está cayendo en un abismo de caos y salvajismo.

Eso trajo el extraordinario espectáculo del lunes de un presidente – que por tradición llamaría a la calma en un momento de disturbios cívicos – justificó la violencia de sus partidarios y casi excusó a un vigilante pro-Trump que supuestamente mató a dos manifestantes en Kenosha, Wisconsin. Al mismo tiempo, en la sala de reuniones de la Casa Blanca, minimizó la brutalidad policial contra los afroamericanos que desencadenó un verano de protestas y agonía en la comunidad negra como ejemplos de oficiales que a veces “se ahogan”.

El comportamiento inflamatorio de Trump el lunes llegó en un día que podría llegar a ser considerado crítico para el destino de la Casa Blanca después de que el nominado demócrata Joe Biden lanzara un contraataque, advirtiendo que nadie estaba seguro en la “América de Trump” – que según él estaba enferma por la enfermedad y el miedo.