Sin trabajo, sin visado, sin asistencia médica y sin poder volver a casa. Esta desgracia es la realidad actual para decenas de miles de expatriados que tienen el noveno pasaporte más poderoso del mundo.
Aunque las situaciones difieren, un punto sigue siendo el mismo: los australianos en el extranjero se sienten abandonados por su gobierno durante la pandemia de coronavirus.
El domingo se cumplieron dos meses desde que el Primer Ministro Scott Morrison introdujo un límite de casi 4,000 llegadas internacionales por semana. Tomó la decisión en respuesta a la segunda ola de coronavirus del país, que fue provocada por el escándalo de la seguridad en la cuarentena de un hotel.
El tope ha resultado en un aluvión de vuelos cancelados, con los precios de los billetes por las nubes.
El Departamento de Asuntos Exteriores y Comercio (DFAT) dice que al menos 25,000 australianos, muchos de ellos vulnerables desde el punto de vista financiero y médico, han registrado su necesidad de volver a casa desde julio. Sin embargo, la Junta de Representantes de Líneas Aéreas de Australia estima que el verdadero número de los que están varados se acerca más a 100,000.