De un millón de muertes en todo el mundo, una de cada cinco víctimas fue un estadounidense.

De cada 1,600 estadounidenses que estaban vivos a principios de 2020, uno ha muerto de covid-19, la enfermedad causada por el coronavirus que aún se está extendiendo por todo el mundo. Es casi seguro que es un número bajo; de hecho, es probable que el número de muertes por el virus en los Estados Unidos sea más cercano a 263,000, comparado con los 204.000 que The Washington Post ha confirmado. Eso significaría que uno de cada 1.250 estadounidenses ha muerto por el virus.

Globalmente, el número de muertes confirmadas por el virus ha pasado de un millón. Eso también es bajo. Es bajo porque no se ha confirmado que algunos casos hayan sido causados por el virus (aunque se puede inferir, como arriba, por el elevado número de muertes). También es bajo porque algunos países (probablemente incluyendo a Irán y China) no han reportado ni siquiera las muertes que han confirmado. Pero, sin embargo, es un hito y una tragedia.

Las cifras deberían servir como recordatorio de lo mal que le ha ido a los Estados Unidos durante la pandemia.

Desde que el virus escapó de China a principios de este año, se ha ramificado de forma irregular. Algunos países y algunas regiones fueron duramente afectados. Otros, incluso los cercanos, escaparon a graves efectos negativos. El número de muertos en los Estados Unidos se amplió rápidamente en la primavera, en gran medida en función de la propagación en la región de la gran ciudad de Nueva York. En un momento dado, en mayo, casi 3 de cada 10 muertes globales habían ocurrido en los Estados Unidos. Con el tiempo, esa cifra se estabilizó en poco más del 20 por ciento.