China se está moviendo de nuevo. Al llegar octubre, se espera que cientos de millones de personas empaqueten en autopistas, trenes y aviones para la fiesta del Día Nacional, una de las épocas más ocupadas para viajar en el país más poblado del mundo.
El receso de ocho días es el primer feriado importante de China desde que surgió el brote de coronavirus. Aunque la vida ha vuelto en gran medida a la normalidad en los últimos meses, la próxima “Semana Dorada” será una prueba ambiciosa del éxito de China en la domesticación del virus, y un muy esperado impulso a su recuperación económica.
El año pasado, se realizaron un total de 782 millones de viajes internos durante las vacaciones, generando casi 650,000 millones de yuanes (95,000 millones de dólares) de ingresos por turismo, según el Ministerio de Cultura y Turismo.
El ministerio predice que este año se harán 550 millones de viajes internos, mientras que Ctrip, la mayor agencia de viajes en línea de China, estima que la cifra supera los 600 millones, ambos por encima del 70% del nivel del año pasado.
La escala del movimiento masivo en un período tan corto de tiempo es impensable en muchas partes del mundo, donde los gobiernos todavía están luchando para controlar las crecientes infecciones. En los Estados Unidos, el número de casos de coronavirus superó los 7 millones durante el fin de semana. Gran parte de Europa se encuentra ahora en el punto de mira de una segunda oleada de infecciones; incluso países que se salvaron en gran medida de la primera oleada, como Grecia y Croacia, han visto cómo aumentaban los casos cuando los turistas se tomaban vacaciones de verano tras la reapertura de las fronteras internas de Europa en junio.
Pero por ahora, el virus es mucho menos preocupante para los veraneantes chinos, dada la casi nula transmisión local de China y algunas de las medidas de control fronterizo más estrictas del mundo.