Ha sido un año brutal para los residentes de los asilos. Más del 40 por ciento de las muertes por coronavirus están asociadas a centros de cuidados a largo plazo. El aislamiento forzoso, incluyendo la prohibición de visitas familiares, ha llevado a una epidemia secundaria de soledad y abandono. Ahora, los residentes de los asilos se enfrentan a otra indignidad: la perspectiva de que no puedan votar en las elecciones presidenciales.
Los habitantes de las residencias de ancianos siempre se han enfrentado a desafíos para votar, debido a la movilidad limitada, la enfermedad física y la realidad restrictiva de la vida institucional. Pero había muchas maneras de conseguir ayuda: Los residentes que se desplazaban y tenían acceso a transporte podían votar en los lugares de votación general, las familias podían visitar libremente para ayudar a los residentes a votar por correo, y, en algunos estados, los funcionarios electorales llevaban a cabo la votación en los asilos de ancianos. Ahora, el coronavirus ha cambiado mucho de eso: El voto en persona corre el riesgo de infección, y los visitantes que podrían ayudar con el voto por correo están prohibidos en muchos hogares. Con poco personal y aún concentrados en otros desafíos que plantea la pandemia, las instalaciones no parecen estar listas para dar un paso adelante.