Aline, de 59 años, una asistente de enfermería que vive en Bayona (Francia), dijo que se sorprendió al recibir una carta de su banco en febrero en la que se le advertía que su cuenta se cerraría si no podía proporcionar un número de seguridad social de los Estados Unidos. Ella había tenido poco que ver con los Estados Unidos desde que salió de California cuando era bebé.

Cuando intentó concertar una cita para solicitar una en la Embajada de los Estados Unidos en París, se encontró con que el servicio había sido suspendido durante la pandemia de coronavirus.

Meses después, tras recibir otra advertencia de su banco, decidió renunciar a su ciudadanía estadounidense. “Nunca me consideré una estadounidense”, dijo. Pero ni la embajada ni los demás consulados de EE.UU. en Francia procesaron su solicitud. El servicio se había detenido en todo el mundo.

“Me parece que la administración estadounidense está haciendo todo lo posible para evitar que renunciemos a la ciudadanía estadounidense”, dijo. 

Aline no está sola. Los datos del gobierno de EE.UU. sugieren que un número récord de estadounidenses están tratando de renunciar a la ciudadanía este año. Pero las interrupciones en los servicios consulares en todo el mundo han hecho casi imposible que algunos estadounidenses dejen de serlo.

“Los obstáculos nunca han sido tan grandes”, dijo Peter Spiro, experto en doble ciudadanía en la Facultad de Derecho de la Universidad de Temple.

El Washington Post habló con media docena de ciudadanos estadounidenses en el extranjero que dijeron que las restricciones relacionadas con la pandemia habían retrasado sus planes de renunciar a su ciudadanía. Las consecuencias potenciales: cuentas bancarias cerradas, préstamos cancelados y vidas trastornadas.

Al igual que Aline, la mayoría habló con la condición de que su nombre completo permaneciera privado, ya que estaban averiguando el cumplimiento de la ley tributaria de los EE.UU. Muchos otros no querían hacer pública su situación.