La negativa del presidente Donald Trump a coordinar con el presidente electo Joe Biden la gestión de la vacuna Covid-19, está llegando a una visión más clara: que un comandante en jefe saliente de los EE.UU. esté trabajando activamente para sabotear a su sucesor.
La negación por parte de Trump de su derrota electoral, sus mentiras sobre la inexistencia de un fraude electoral masivo coordinado y su estrangulamiento de los rituales de transferencia de poder entre administraciones no son sólo aberraciones que dañan la democracia.
Dada la actual emergencia nacional, amenazan con causar consecuencias prácticas que podrían dañar la Casa Blanca entrante de Biden no sólo en un sentido político. Hay una creciente preocupación de que la obstrucción de Trump ralentice y complique la entrega de la vacuna que trae la tentadora perspectiva de un retorno a la vida normal en medio de las sorprendentes noticias de los ensayos que muestran que las dosis son efectivas para detener más del 90% de las infecciones por coronavirus.
La operación de distribución será un esfuerzo de vacunación pública masivo, complejo e histórico, dirigido a cientos de millones de estadounidenses, muchos millones de los cuales se han resistido a seguir protocolos básicos de seguridad como el uso de máscaras porque Trump los ha alentado a no hacerlo. La campaña de inoculación requerirá un alto nivel de confianza pública e implicará agudos debates éticos entre los funcionarios sobre quién debe recibir la vacuna primero. Todo el programa podría verse dañado si se politiza. Pero a menos que algo cambie, el equipo de Biden podría enfrentarse a la tarea de abordar esos temas de nuevo, en una frenética operación de recuperación.