La vida de Cooper Holmes es un torbellino de responsabilidades familiares.

A los 36 años, cuida de su hija de 3 años mientras su mujer trabaja como profesora a tiempo completo, y ayuda a mantener a su madre de 76 años, que tiene problemas de salud.

Holmes, que vive en Delta, Colorado, pasa cuatro horas al día dirigiendo la granja de 50 ovejas de su madre con su hija a cuestas. Y desde que comenzó la pandemia, se ha ocupado de sus compras y otros encargos. También contribuye con unos 200 dólares para ayudar a su madre a pagar las facturas mensuales.

De viernes a domingo, trabaja en el turno de noche en una tienda de comestibles local, abasteciendo los estantes.

“Puede ser muy estresante”, dice. “Siempre siento que hay algo que necesito hacer”.

Como muchos otros milenios, Holmes está lidiando con la última desgracia financiera que atormenta a su generación.

Los milenios, de 24 a 39 años, se graduaron de la universidad justo cuando la Gran Recesión de 2007-09 estaba revirtiendo la economía, haciendo retroceder sus carreras y salarios. Asumieron cientos de miles de millones de dólares en deudas estudiantiles. Y ahora, como resultado de la pandemia COVID-19, se están convirtiendo repentinamente en el mayor contingente de la “generación del sándwich”, la cohorte de adultos que proporciona apoyo financiero y de otro tipo tanto a sus niños como a sus padres ancianos.