Mucha gente está dando la alarma. Robert Redfield, el jefe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, advirtió recientemente que los próximos tres meses serán “el momento más difícil en la historia de la salud pública de esta nación”, con más de 450,000 muertes posibles para febrero, frente a las cerca de 280,000 actuales.
El director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos, David Beasley, dijo el viernes que “2021 va a ser literalmente catastrófico”, y que las diversas crisis humanitarias podrían verse exacerbadas a medida que las naciones más pobres esperan más tiempo para la vacuna COVID-19.
La filántropa Melinda Gates, que junto con su marido Bill ha trabajado durante décadas para frenar las enfermedades infecciosas, dijo en una entrevista reciente que el escepticismo sobre la vacuna en los Estados Unidos amenaza no sólo con socavar la recuperación de COVID-19, sino también con prolongar “el tramo de meses muy oscuros que tenemos por delante”.
“La gente necesita prepararse para la fría realidad de lo que tenemos por delante y no detener ninguna de las medidas preventivas destinadas a mantener COVID-19 bajo control”, dijo Joel Zivot, profesor asociado de anestesiología y cirugía en la Universidad Emory de Atlanta.
En un artículo reciente, Zivot postuló que se podrían producir entre 500,000 y 2 millones de muertes en 2021. Ese cálculo, cuyo amplio margen de muerte depende de si la nación sigue las recomendaciones de la comunidad sanitaria, excluye tanto el tiempo que llevará hacer y distribuir las dosis, como cuántos se vacunen.
“La vacuna no es la panacea”, dijo. “Tomará un año o más antes de que aparezcan algunos cambios materiales reales en nuestra forma de vida. Pero, como me gusta recordar a la gente, un año en una larga vida es poco tiempo. Sólo tenemos que ser pacientes y pensar en el bien colectivo”.