La humillación de cuatro años del vicepresidente Mike Pence está alcanzando un límite.
El presidente Donald Trump, que perdió las elecciones de 2020 frente a Joe Biden por más de siete millones de votos, está presionando a Pence para que tome medidas para anular la voluntad del pueblo. Parece creer que el vicepresidente podría cumplir con este deber cuando el Congreso se reúna para certificar los resultados el 6 de enero.
Afortunadamente, la Constitución de EE.UU. no ofrece a Pence ninguna manera de detener el proceso mientras preside la sesión conjunta de la Cámara y el Senado la próxima semana, un proceso que Biden presidió hace más de cuatro años cuando se certificó la victoria de Trump.
Vale la pena recordar que a Pence le ofrecieron el puesto de vicepresidente, en parte, por su atractivo para un gran número de votantes evangélicos que se tranquilizarían con su presencia junto al profano, tres veces casado, Trump.
Siempre el centro de atención, Trump nunca haría lugar en el centro de atención para nadie más. Pence aceptó y mantuvo su compromiso incluso después del lanzamiento del video de “Access Hollywood”, en el que Trump se jacta de agarrar a las mujeres por los genitales.
La derrota de Trump debería haber señalado que la recompensa de Pence, su propio ascenso como principal candidato presidencial del Partido Republicano en 2024, estaba a la mano. En cambio, tuvo que sufrir un poco más cuando la prensa informó de que el Presidente está enfadado con él por no haber trabajado más duro para anular las elecciones.
