La presidencia de Donald Trump está en su última y caótica espiral. Pero incluso con el final tan cerca, cada hora parece llevar una nueva amenaza a la frágil democracia de América.
A menos de dos semanas de que el presidente electo Joe Biden asuma el cargo, la nación está al límite: no está segura de si Trump incitará a otra ronda de violencia o si simplemente seguirá, petulantemente, buscando salidas para quejarse de la decisión de Twitter de prohibirlo. Reconociendo la inestabilidad, el vicepresidente Mike Pence no ha descartado un esfuerzo por invocar la 25ª enmienda. La relación entre Trump y Pence está fracturada… no han hablado desde el miércoles, cuando una turba violenta asaltó el Capitolio, y el Presidente nunca se molestó en comprobar la seguridad de Pence.
La insurrección puso al país en una encrucijada. Los demócratas de la Cámara podrían traer una nueva ronda de procedimientos de impugnación esta semana, esta vez sobre el papel de Trump en la incitación de la revuelta mortal. Si siguen adelante, los republicanos podrían enfrentarse de nuevo a una prueba pública de su lealtad. Que tan pocos parezcan dispuestos a hablar enérgicamente, y a comprometerse a tomar medidas contra el Presidente, sugiere que el asedio al Capitolio no haya marcado el fin del Trumpismo sino la apertura de un capítulo más peligroso.