Donald Trump se ha convertido en el primer y único presidente en ser impugnado dos veces, pero la mayoría de su partido se negó a hacerle pagar por incitar una insurrección violenta. Los pocos miembros de la Cámara de Representantes del Partido Republicano que sí votaron para impugnar se enfrentaron a abusos personales y ataques de sus colegas, y se arriesgan ahora a perder los puestos más altos del partido y a provocar campañas primarias la próxima vez que busquen la reelección.
Ahora el destino de Trump está en manos del Senado – y más directamente en las de otro habilitador de larga data, Mitch McConnell. El líder de la mayoría republicana finalmente ha roto con Trump al señalar que podría votar para condenarlo en un eventual juicio del Senado. Si lo hace, otros republicanos podrían unirse a él para construir la mayoría de dos tercios necesaria para condenar. Para entonces, Trump sería un ex-presidente – pero podría ser excluido para nunca más postularse a un cargo.
Es una posibilidad remota. Pero la segunda votación de destitución del miércoles ya asegura que mientras la república americana sobreviva, el nombre de Trump irá acompañado de una mancha histórica.