Muchos estadounidenses respiraron un suspiro colectivo de alivio el lunes después de que las manifestaciones previas a la inauguración planeadas para el domingo en todo el país, que podrían haberse vuelto violentas, atrajeran a más personal de seguridad que participantes.

Pero la amenaza estaba lejos de haber terminado.

“La Guardia Nacional y muchos líderes políticos han respondido muy apropiadamente”, dijo Robert Pape, un politólogo de la Universidad de Chicago y director del Proyecto Chicago sobre Seguridad y Amenazas. “Este es el momento de averiguar con qué puede y no puede lidiar el despliegue masivo de tropas”.

Una advertencia del FBI sobre posibles protestas armadas en el Capitolio de EE.UU. y en los edificios del capitolio estatal por parte de los partidarios del Presidente Donald Trump que creen que las elecciones fueron amañadas han puesto a la nación en vilo. El lunes, el humo que resultó ser de un pequeño incendio en un campamento para indigentes cerca del complejo del Capitolio, produjo un breve cierre de edificios y envió a decenas de personas que estaban ensayando afuera para el evento del miércoles, a buscar refugio.

En Washington, el FBI no se arriesgó e investigó a los 25,000 soldados de la Guardia Nacional que venían a la inauguración. 

En Virginia, un evento del “Día del Lobby” pro armas tenía a la policía de Richmond preparada y lista para responder.

Cuando las autoridades denegaron el permiso para la concentración, varios grupos de defensa de las armas, incluidos representantes de grupos extremistas como los Proud Boys y Boogaloo Boys, se agruparon agitando banderas y sujetando sus rifles. Las barricadas y la fuerte presencia policial mantuvieron a los manifestantes fuera de un cordón alrededor del Capitolio del estado.

A la 1:30 p.m. sólo unos pocos cientos de personas se habían reunido en el centro, y la manifestación terminó unas dos horas más tarde.