Las revelaciones de la entrevista de Oprah Winfrey con el príncipe Harry y Meghan, la duquesa de Sussex, han planteado preguntas alarmantes sobre una institución que se ha desarrollado durante los últimos 1,200 años.
El duque y la duquesa de Sussex afirman que la familia real británica se preocupó por el color de la piel del hijo de la pareja; que el estrés de la vida monárquica contribuyó a que Meghan contemplara el suicidio; y que la pareja no estaba siendo protegida de los periódicos y sitios web sensacionalistas británicos, invasivos y llenos de odio, que corren el riesgo de provocar una repetición de la historia que llevó a la muerte de la madre de Harry, Diana, princesa de Gales.
Sin embargo, si para muchos en todo el mundo el matrimonio de los Sussex fue la historia de un romance de cuento de hadas que se desarrolló bajo el techo dorado de una de las familias más adoradas del mundo, para algunos en la comunidad negra de Gran Bretaña, la familia real nunca ha estado a la altura de la imagen de glamour, prestigio y acogedora tradición que se proyecta en el exterior.