Amenazar a un hijo con no darle lo que quiere o quitarle algo que aprecie si no cumple lo que le ordenas, es algo muy nocivo para él.
Si un niño crece educado con amenazas, hará que crea que solamente puede obtener lo que desea si actúa como los demás quieren o le ordenan que haga, y se convertirá en alguien muy dependiente de las acciones de los demás, afectando gravemente la construcción de su carácter.
Otro aspecto a tener en cuenta es que, si los padres no cumplen las amenazas cuando el niño no haga lo que se le pide, él notará que sus padres no son consecuentes con sus acciones y que la amenaza no siempre se cumple; además, comenzará a probar cuáles son los límites de sus padres.
Aunque la amenaza es un método fácil para lograr que un niño haga lo que se le pide, suele tener muchos efectos negativos en el largo plazo, ya que este niño vivirá condicionado con el miedo de no hacer las cosas como se le piden y en su adolescencia puede convertirse en un joven rebelde que desafía a los padres cuando lo amenazan.
Por esta razón, la mejor manera de educar a un hijo es con la comunicación, es decir, hacerle entender por qué no debe o debe hacer lo que se les pide. Este método requiere de mayor esfuerzo y paciencia, pero vale la pena.