Covid-19 lo ha arruinado todo para millones de personas, dejando un rastro mundial de muertes, enfermedades, familias separadas, empleos perdidos y problemas de salud mental. Pero miles de jóvenes estadounidenses han decidido que el virus no detendrá su rito anual de paso: las vacaciones de primavera.

Jóvenes de todo Estados Unidos han acudido a clubes nocturnos, bares y playas y a ciudades de fiesta en Florida, cuyo gobernador republicano Ron DeSantis ha declarado que todo sigue igual a pesar de los elevados casos de coronavirus. Los funcionarios locales de Florida, sin embargo, desesperados por detener los eventos de súper propagación, han reprimido; en Miami Beach, el sábado por la noche, la policía disparó bolas de pimienta para dispersar a los fiesteros y a las multitudes, en su mayoría sin máscara.

Las vacaciones de primavera son tradicionalmente una época de excesos. Las autoridades locales afirman que las multitudes que abarrotan Miami Beach y otras zonas de fiesta cercanas son aún mayores y más alborotadas que de costumbre, lo que refleja la locura de una generación encerrada durante un año. Después de una vida en cuarentena, el deseo de luchar por su derecho a la fiesta es quizás comprensible. Pero los profesionales de la salud pública, horrorizados, piden unos meses más de paciencia para que las vacunas Covid-19 lleguen a todos los estadounidenses que lo deseen.

Los jóvenes son menos propensos a enfermar gravemente con el coronavirus, pero sin embargo son propagadores muy eficientes del patógeno y podrían sembrar nuevos brotes por todo el país cuando vuelvan a casa. Las escenas en Florida también nos dicen algo más: Cuando se levanten las restricciones y se acabe con el virus, habrá una gran fiesta.