Desde que Graciane da Silva, de 28 años, enfermó hasta que murió, sólo pasaron 10 días.
Estaba sola cuando falleció en un hospital de Río de Janeiro; su madre, Maria da Penha da Silva Siqueira, piensa en ello a menudo.
“Nunca se nos pasó por la cabeza que le fuera a pasar a ella”, dijo da Silva Siqueira. “Fue demasiado rápido. Este virus no nos permite despedirnos”.
Da Silva, que deja un hijo de 4 años, murió de Covid-19 en junio del año pasado. En aquel momento, la suya fue una muerte un poco más inusual.
Durante la primera parte de la lucha de Brasil contra el coronavirus, eran los ancianos los que constituían la mayoría de los que enfermaban y morían de Covid-19.
Pero desde el nuevo año, Brasil ha entrado en sus peores días de esta pandemia hasta ahora. Las cifras diarias de muertes y casos han batido los récords anteriores.
Al aparecer por primera vez a finales del año pasado, varios médicos especularon que la variante P1 tiene algo que ver con el cambio demográfico entre los enfermos. Pero es demasiado pronto para saber qué papel desempeña exactamente esta variante.
“Es posible que estas nuevas variantes sean más letales, pero no tenemos datos científicos que lo confirmen”, afirma Jesem Orellana, epidemiólogo brasileño. “Pero lo que sí sabemos es que la variante P.1 es más transmisible y eso juega un papel importante en esta segunda ola”.