Cuando los voluntarios de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 preguntaron en las últimas semanas a los funcionarios cómo se protegerían del Covid-19, teniendo en cuenta los atletas extranjeros que llegan a Japón para el evento y la baja tasa de vacunación del país, la respuesta fue sencilla.
Se les dará un pequeño frasco de desinfectante de manos y dos mascarillas a cada uno.
“No hablan de vacunas, ni siquiera hablan de que nos hagan pruebas”, dijo la voluntaria alemana Barbara Holthus, directora del Instituto Alemán de Estudios Japoneses de la Universidad Sophia, en Tokio.
A 100 días de los Juegos, que ya se han pospuesto un año debido a la pandemia, siguen existiendo dudas sobre cómo Tokio puede celebrar un evento deportivo masivo y mantener a los voluntarios, atletas, funcionarios – y al público japonés – a salvo del Covid-19.
Esta preocupación se ha visto amplificada por la lucha de Japón contra la cuarta ola que se avecina. El país superó los 500,000 casos totales de coronavirus el sábado, y algunas prefecturas están volviendo a endurecer sus restricciones a medida que aumentan las infecciones diarias. Hideaki Oka, profesor de la Universidad Médica de Saitama, dijo que Japón podría no ser capaz de contener la última oleada antes de que comiencen los Juegos el 23 de julio.
Aunque el Primer Ministro, Yoshihide Suga, reiteró el lunes su promesa de conseguir 100 millones de dosis de vacunas para finales de junio, hasta ahora Japón sólo ha vacunado a unos 1.1 millones de sus 126 millones de habitantes, menos del 1% de la población. Sólo el 0.4% ha recibido dos dosis.