No había ningún fondo universitario, ni ahorros familiares para ayudar a Jamilah Williams a pagar los estudios. Después de graduarse en la universidad y conseguir su primer trabajo asalariado, sus padres le recordaron que tendría que ayudarles a pagar su deuda de préstamos estudiantiles.
“Fue como, ‘Oh, wow, esto va a suponer una gran parte de mi pequeño sueldo'”, dijo Williams.
Mucho después de sus días de estudiante, el pago mensual de 200 dólares la ha dejado incapaz de cubrir otros gastos. Si tiene que comprar comida para mascotas, la carga en su tarjeta de crédito. Su coche se ha estropeado y no puede permitirse arreglarlo.
“Significa que algunos meses sólo hay un par de cientos de dólares hasta el siguiente cheque de pago”, dijo Williams, de 30 años, un director asistente de marketing y comunicaciones en la Universidad de Washington en Seattle. “Nunca me ha sobrado nada cada mes para ahorrar realmente algo”.