La condena por asesinato de un agente de policía es un acontecimiento extremadamente raro.
Según Philip Stinson, de la Universidad Estatal de Bowling Green, desde 2005 sólo se han producido siete condenas por asesinato de agentes por disparos policiales mortales. Esto sugiere que las posibilidades de que un asesinato policial conduzca a una condena por asesinato son de una entre 2,000.
Sin embargo, un jurado de Minneapolis condenó ayer a Derek Chauvin por asesinato en segundo grado (así como por otros dos cargos) por matar a George Floyd el pasado mes de mayo. La sentencia típica por ese delito en Minneapolis es de 12 años y medio de prisión, aunque los fiscales han pedido más y el máximo es de 40 años. Un juez sentenciará a Chauvin en unas ocho semanas.
Los familiares de Floyd dijeron sentirse aliviados por el veredicto. “Por fin tengo la oportunidad de, con suerte, dormir un poco”, dijo Philonise Floyd, hermano de George.
La condena de Chauvin no señala automáticamente una nueva era de responsabilidad policial. El caso Floyd fue la excepción de todas las excepciones. Un vídeo, visto en todo el mundo, mostraba a Chauvin presionando con su rodilla a Floyd durante más de nueve minutos. Esa grabación dio lugar a semanas de protestas que fueron de las más grandes de la historia de Estados Unidos. Y en el juicio se desmoronó el llamado muro azul del silencio, es decir, la disposición de muchos agentes a proteger a sus colegas, independientemente de su mal comportamiento.