En cuanto a la cuestión del uso de la mascarilla al aire libre, ayuda a repasar un hecho básico: hay pocos casos documentados de interacciones breves al aire libre que conduzcan a la transmisión de Covid. Si te cruzas con otras personas en una acera o te sientas cerca de ellas en un banco del parque, la exposición de las partículas exhaladas parece ser demasiado pequeña para provocar la infección.

“Las partículas virales se dispersan rápidamente en el aire exterior, y el riesgo de inhalar el virus en aerosol de un corredor o de los transeúntes es insignificante”, escribe Tara Parker-Pope, citando una entrevista que hizo a Linsey Marr, de Virginia Tech. Como dice el Dr. Muge Cevik, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de St. Andrews, al aire libre “no es donde se produce la infección y la transmisión”.

Aun así, ¿por qué no intentar eliminar incluso un riesgo potencial minúsculo y decirle a la gente que lleve una mascarilla en todo momento? Porque esa no es una forma eficaz de reducir el riesgo general. “Creo que las directrices deberían basarse en la ciencia y en la practicidad”, afirma Marr. “La gente sólo tiene un margen de maniobra para pensar en las precauciones”.

Todavía hay precauciones importantes que tomar, unas mucho más basadas en la ciencia que el uso universal de mascarillas. Las personas no vacunadas deben llevar mascarilla cuando conversen con personas ajenas a su familia -incluso al aire libre- y deben llevarla casi siempre cuando estén en el interior y no en casa. Las personas vacunadas deberían seguir usando una mascarilla en muchas situaciones de interior, para contribuir a una cultura de uso de la mascarilla. Es lo más decente que se puede hacer cuando más de la mitad de los estadounidenses aún no están vacunados.