La economía estadounidense, que se suponía que iba a sufrir este pasado invierno, recibió en cambio un par de grandes golpes de efecto, dando inicio a lo que probablemente será un año históricamente fuerte.
El crecimiento económico se aceleró a principios de 2021, ya que los cheques de estímulo federal y el rápido crecimiento de las vacunas COVID-19 dejaron a los consumidores rebosantes de efectivo y listos para gastarlo, al tiempo que más estados levantaron las restricciones a las empresas. Estos acontecimientos impulsaron una recuperación que no debía cobrar fuerza hasta mediados de año.
El producto interior bruto del país, el valor de todos los bienes y servicios producidos en Estados Unidos, aumentó a una tasa anual desestacionalizada del 6.4% en el periodo enero-marzo, según informó el jueves el Departamento de Comercio. Los economistas encuestados por Bloomberg habían previsto un aumento del 6,9% del PIB.
El aumento del gasto de los consumidores se vio reforzado por otro fuerte trimestre de inversión empresarial, ya que las empresas se apresuraron a satisfacer la demanda de los clientes con la compra de nuevos equipos y máquinas de fábrica, y la construcción de viviendas siguió disparándose. Estos avances compensaron con creces los efectos negativos de la ralentización de las exportaciones y la reducción de los inventarios en medio de los persistentes problemas de la cadena de suministro.