Heather Mars-Martins y su familia buceaban frente a la costa de Westerly Rhode Island, para pescar quahogs, almejas originarias de las costas orientales que la tribu Narragansett llevaba mucho tiempo buscando.
Mars-Martins y su familia volvían nadando a sus canoas y se dirigían a casa para preparar las tradicionales sopas o tartas de marisco.
Pero a menudo, las complicaciones de su diabetes interrumpían esos viajes, y tenía que correr a la sala de emergencias cuando su nivel de azúcar en la sangre caía inevitablemente a niveles peligrosos.
“Ese tipo de vida divertida y llena de actividades que siempre he tenido, se me fue escapando poco a poco”, afirma. “Empecé a ser más consciente de que esta enfermedad me está robando algo de libertad”.
Durante los últimos 17 años, la anciana de la tribu ha padecido diabetes. Le viene de familia: su abuela perdió las dos piernas por complicaciones de la enfermedad.
La diabetes afecta de forma desproporcionada a los nativos americanos. Tienen casi tres veces más probabilidades de ser diagnosticados con diabetes que los blancos no hispanos y tienen menos probabilidades de recibir tratamiento.
En 2018, los indios americanos y los nativos de Alaska tenían 2-3 veces más probabilidades de morir de la enfermedad, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.