Desde el momento en que tomó posesión de su cargo, Joe Biden hizo de la lucha contra una pandemia furiosa el eje central de su presidencia, desplegando un esfuerzo de guerra para distribuir vacunas y estableciendo objetivos alcanzables para garantizar el progreso a la población.

Más de 100 días después, otros retos han pasado a primer plano.

La disminución de la preocupación por la pandemia en EE.UU. ha dado lugar a un aumento de las demandas de los sectores, en particular de los liberales, para que se tomen medidas importantes en materia de control de armas, cambios en la policía para frenar la discriminación racial, la revisión de las políticas de inmigración de línea dura del presidente Donald Trump y mucho más.

Biden está impulsando la expansión más drástica de la red de seguridad social del gobierno federal en décadas. Consiguió que el Congreso aprobara en marzo un proyecto de ley de rescate COVID-19 de 1.9 billones de dólares cargado de gastos para ayudar a los pobres. Propuso una transformación de la economía estadounidense por valor de 4 billones de dólares con planes para reconstruir las infraestructuras, invertir en tecnología ecológica, ampliar los servicios de atención a los mayores, subvencionar el cuidado de los niños, implantar la educación preescolar en todo el país e instituir una política nacional de permisos familiares remunerados.

Ahora que los estadounidenses son más optimistas sobre la evolución de la pandemia, Biden se enfrenta a una mayor presión por parte de la izquierda para que vaya más allá de su respuesta al COVID-19 y de su programa económico. Si no lo hace, se arriesga a alienar a quienes ayudaron a ponerlo en el cargo, un apoyo que podría ser fundamental para los esfuerzos de los demócratas por mantener el control del Congreso en las elecciones de mitad de período de 2022.