Alrededor del 40% de los adultos de EE.UU. aún no se han vacunado. Para que el país reduzca esa cifra lo más rápidamente posible, es importante reconocer la realidad: La gran mayoría no está vacunada por decisión propia.

No tienen problemas de salud que les impidan vacunarse, y no se han visto obstaculizados por la logística de la vacunación. Sí, hay personas en esos dos grupos, y necesitarán ayuda especial cuando la sociedad comience a reabrirse. Entre otras cosas, el gobierno de Biden, los funcionarios estatales y los empleadores tendrán que seguir presionando para que la vacunación sea aún más conveniente.

Pero la cuestión más importante es el escepticismo sobre las vacunas.

En la encuesta más reciente de la Kaiser Family Foundation, el 15 por ciento de los adultos dijo que no quería vacunarse hasta saber más sobre cómo afectaba a otras personas. Otro 6% dijo que sólo se vacunaría si se lo exigieran (por ejemplo, su empleador), y un 13% adicional dijo que definitivamente no se vacunaría. Si se juntan estas tres cifras, se obtiene el 34%, que, de nuevo, representa la mayor parte del 40% no vacunado.

Las personas no vacunadas se enfrentan a un riesgo adicional desde que el C.D.C. cambió sus directrices: la persona no vacunada que llevaba una máscara en las tiendas y evitaba los restaurantes hasta la semana pasada, pero que ya no lo hará.

No hay mejor manera de aplastar la pandemia en las próximas semanas que persuadir a los escépticos de la vacuna para que se vacunen. Es la mejor manera de que se protejan del riesgo de hospitalización y muerte de Covid. “Si no estás vacunado, no estás seguro”, dijo ayer la Dra. Rochelle Walensky, directora del C.D.C. La mejor manera de proteger a los niños y a las personas inmunodeprimidas es aumentar el número de vacunas.