Sin vacuna – no hay servicio.
Ese es el futuro que temen los críticos de los “pasaportes de vacunas”, ya que los estadounidenses vacunados contra el COVID-19 pueden llevar una vida más normal, incluso pasar tiempo en la mayoría de los ambientes interiores sin una máscara.
La idea de que un “pasaporte” pueda separar a los vacunados de los no vacunados ha despertado el temor a un futuro distópico en el que las decisiones sobre la salud de las personas limitarían los lugares a los que pueden viajar, los lugares en los que pueden comprar, los eventos a los que pueden asistir y si se les pide que lleven una mascarilla.
Muchos estados se han manifestado en contra de esa posibilidad.
Alaska, Arizona, Florida, Idaho, Montana, Dakota del Sur, Texas y Wyoming han tomado medidas para restringir el uso de “pasaportes de vacunas”. Incluso más estados han señalado que no están interesados en poner en marcha ningún programa de este tipo.
Muchos expertos en salud pública están exasperados por la controversia, dado que desde hace tiempo se espera que los estadounidenses presenten una prueba de vacunación en algunas circunstancias.
Los colegios suelen exigir a los alumnos que se vacunen, y la prueba de vacunación es desde hace tiempo un requisito para los viajes internacionales.
Aunque los críticos temen que la tecnología pueda utilizarse para restringir las libertades cotidianas de los estadounidenses, pocos expertos en salud esperan o desean eso.