La demanda de vacunas en Estados Unidos está disminuyendo. El país está inoculando una media de unos 1.8 millones de personas al día, frente a los 3.3 millones de mediados de abril.

Parte del problema es el acceso. Algunas personas están agobiadas por el trabajo o la responsabilidad de cuidar a sus hijos. Otras luchan contra la pobreza extrema. Muchos están a la deriva, fuera de alcance o desinformados.

Por eso, en todo el país, los funcionarios de salud están llevando las vacunas a la calle, a veces incluso a las puertas de los pacientes potenciales.

En la ciudad de Nueva York, los residentes negros e hispanos se vacunan a un ritmo significativamente menor que otros grupos. Ahora, los funcionarios de salud pública están llegando a los residentes no vacunados. Los grupos comunitarios están llamando a las puertas para convencer a la gente de que se vacune, y en algunos casos los que aceptan obtienen citas para las dosis en una clínica temporal cercana.

En las zonas rurales, la falta de acceso a la tecnología y al transporte durante la pandemia ha definido el potencial de vida, muerte o enfermedad debilitante.