Una espera de 55 años para llegar a una gran final que siempre ha sido agónica.
Incluso la victoria, incluso la reivindicación, no está exenta de sufrimiento. Durante más de medio siglo, Inglaterra no ha conocido más que el dolor, la decepción y el arrepentimiento. Podría haber imaginado que romper de una vez por todas ese ciclo brutal y bienal de esperanzas frustradas y sueños agridulces sería algo ligero, alegre y puro, pero no fue así.
Los años de dolor no han terminado. Inglaterra aún no ha ganado nada. Italia, ciertamente, será con diferencia el equipo más fino y fuerte al que se ha enfrentado en cualquiera de los dos torneos en los que ha estado.
Pero Inglaterra vuelve a estar en una gran final. Sea cual sea el significado de esta edición de la camiseta, para las generaciones venideras será algo diferente. Podría ser una nueva forma de agonía.