El presidente y las empresas energéticas quieren nuevas líneas de transmisión para transportar la electricidad de los parques solares y eólicos. Algunos ecologistas y propietarios de viviendas abogan por sistemas más pequeños y locales.
El país se enfrenta a una decisión única en su género sobre cómo debe suministrarse la energía a los hogares, las empresas y los coches eléctricos, una decisión que podría marcar el curso del cambio climático y determinar cómo se enfrentará Estados Unidos a los incendios forestales, las olas de calor y otros fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el calentamiento global.
Por un lado, las grandes compañías eléctricas y el presidente Biden quieren construir miles de kilómetros de líneas eléctricas para transportar la electricidad generada por las turbinas eólicas y los parques solares a las ciudades y los suburbios. Por otro lado, algunas organizaciones ecologistas y grupos comunitarios abogan por una mayor inversión en paneles solares en los tejados, baterías y turbinas eólicas locales.
En Washington y en las capitales de los estados se está librando una intensa lucha política sobre las decisiones que tomen los legisladores, las empresas energéticas y los particulares en los próximos años, que podrían fijar un sistema energético que dure décadas. La división entre los que quieren más líneas eléctricas y los que piden un sistema energético más descentralizado ha dividido a la industria de las energías renovables y al movimiento ecologista. Y ha creado asociaciones de conveniencia entre las empresas de combustibles fósiles y los grupos locales que luchan contra las líneas eléctricas.
Lo que está en juego es la rapidez con la que el país puede pasar a una energía más limpia y cuánto aumentarán las tarifas eléctricas.