El envío de un contenedor de productos químicos desde Shanghai a Chicago solía costar a John Logue unos 6,600 dólares. Ahora, el director ejecutivo de Royale Group paga hasta 29,000 dólares, y eso si tiene la suerte de encontrar espacio en uno de los codiciados buques de carga que surcan las rutas comerciales del Pacífico.
Los quebraderos de cabeza de Logue en el océano se reflejan en tierra, donde los contenedores de Royale Group se quedan atascados en los patios de maniobras ferroviarias, lo que conlleva costosos e imprevisibles gastos de almacenamiento. A principios de este mes, BNSF, una de las mayores compañías ferroviarias del país, aumentó sus tarifas en Los Ángeles y Chicago, lo que agravó los problemas de Logue.
Los problemas de transporte de mercancías de Royale Group, que dificultan tanto las operaciones existentes como los esfuerzos de Logue por devolver la fabricación a Estados Unidos, ilustran el poder de mercado del puñado de compañías navieras y ferrocarriles que llevan las mercancías desde fábricas lejanas a los hogares estadounidenses.