A pesar de que el presidente Biden, el C.D.C. y prácticamente toda la comunidad científica están instando -suplicando, incluso- a los estadounidenses a que se vacunen, el gobierno no ha aprobado formalmente ninguna vacuna. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) sólo ha dado una “autorización de uso de emergencia” a las vacunas de Moderna, Pfizer y Johnson & Johnson. Se trata de una forma temporal de aprobación que permite a las personas recibir las vacunas mientras la agencia sigue estudiando su eficacia y seguridad.

La diferencia entre la autorización de emergencia y la aprobación completa es importante. Ahora mismo, el ejército, las escuelas y otras organizaciones no pueden exigir fácilmente las vacunas. La “falta de autorización de la F.D.A. deja a las escuelas, colegios y empresas en un dilema legal”, escribió recientemente el Dr. Jerome Adams, antiguo cirujano general. Adams argumentó que había vidas en juego y que el asunto debería recibir más cobertura mediática de la que tiene.

La situación también alimenta la incertidumbre y el escepticismo entre algunos estadounidenses que aún no se han vacunado. Esos escépticos, están tomando la palabra de la F.D.A. La posición oficial de los dirigentes de la F.D.A. es que “todavía no tienen suficientes datos de seguridad”.

Lo más extraño de todo esto es que la posición oficial de la F.D.A. no refleja la opinión real de sus dirigentes: Están de acuerdo con el C.D.C. y otros científicos en que los estadounidenses deberían vacunarse lo antes posible.

La Dra. Janet Woodcock, comisionada en funciones de la F.D.A., ha dicho que la F.D.A. “llevó a cabo una revisión rigurosa y exhaustiva” de las vacunas antes de permitir su administración a la gente y que la vacuna de Pfizer “cumple con los altos estándares de seguridad y eficacia de la F.D.A.”. También dijo: “Conseguir que un mayor número de nuestra población se vacune es fundamental para avanzar y superar esta pandemia.”