Ten mucho cuidado con lo que le dices a tu hijo ya que esas palabras se convertirán en su voz interior.
Las palabras tienen poder y no son un acto inocente: las palabras positivas o las buenas intenciones nos ayudan a entender con buena disposición lo que intentan decirnos, en cambio, las palabras negativas o agresivas, nos confunden y nos hacen sentir mal.
Los niños cuando son pequeños están entendiendo cómo es el mundo y las palabras de sus padres las toman literalmente. Además, algunos niños necesitan de más apoyo y acompañamiento para su correcto desarrollo, y lo que digamos de ellos va formando su propio ser.
Todo lo que digamos a nuestro hijo tiene un efecto y una consecuencia. Hay que cuidarse mucho de las “etiquetas” como decirle “lento”, “bruto”, “fea”, etc.
No quiere decir esto que cada palabra que digamos a nuestro hijo deba ser minuciosamente pensada porque de pronto dañamos su infancia, sino que antes de señalar un error que ellos hayan cometido, de corregirlo por algo, de darle una instrucción importante y hasta hacerle un reconocimiento, debemos cuidar las palabras que usamos. Para ellos, lo que les decimos es una completa verdad porque confían en nosotros.
Así que, debemos reflexionar un poco ya que es tan nocivo hacerles creer que son perfectos y que nadie es superior a ellos y por lo tanto se merecen el mundo entero como hacerles creer que son inferiores y con capacidades limitadas.
Los niños, aunque apenas están comprendiendo el mundo tienen la capacidad de entender e interpretar los mensajes e intenciones de sus padres y otros adultos.